#historiasdesuperacion
Futuro incierto
Todo había comenzado unos meses atrás. Agobiada por la situación del país
y alentada por las noticias que se recibían de aquellos que ya habían iniciado la aventura pensé que a mí también me había
llegado el momento de buscar una vida mejor. Pregunté a una de mis vecinas cuyo
hijo había alcanzado ya la meta soñada, quién era la persona de contacto que me
podría facilitar el viaje.
—En cualquier bar de la
zona pregunta por Tarek —me respondió—. Dile lo mismo que me has dicho a mí.
Que estás harta y que te quieres marchar. Pero, niña, ten cuidado con él.
¿Cuántos años tienes?
—Quince —respondí—.
Pero…. ¿Por qué he de tener cuidado?
Ella suspiró antes de
contestar.
—Niña, eres joven y preciosa. El viaje es
caro. ¿Tienes dinero ahorrado?
No lo tenía. Pero ya lo
pagaría cuando llegase a destino con los primeros sueldos que ganase. Dos días
después, Tarek me esperaba sentado en el reservado de un bar cercano. Era un
hombre gordo que sudaba profusamente. Vestía una camisa blanca inmaculada con
los botones desabrochados dejando asomar un grueso cordón de oro. Pantalones caros y zapatos brillantes como un
espejo. Me miró de arriba abajo mientras se hurgaba con un palillo unos dientes
negros por el tabaco.
—¿Quieres viajar? —Me
dijo como todo saludo—. Hay muchos que quieren hacerlo y las plazas son pocas.
Además, ya sabes, hay que contratar el barco y la tripulación, pagar el
combustible, comida para la travesía y los inevitables sobornos a las
autoridades. Eso es dinero, mucho dinero.
—No importa, estoy
decidida a todo —respondí—. Ahora no tengo mucho pero… prometo pagar. Podré
pagarles cuando consiga trabajo.
Soltó una carcajada y se
acercó hasta que pude percibir como su aliento a tabaco y alcohol me inundaba.
—No, cariño, las
promesas no sirven —dijo mientras que sus dedos desabrochaban los botones de mi
blusa—. Pero hay otras formas… ¿sabes? Siendo un poco cariñosa conmigo y con
mis amigos, en poco tiempo lograrás el dinero suficiente para el viaje…
Decían que el viaje sería duro pero
nunca imaginé hasta que extremo. Ya han muerto algunos de los nuestros y el
patrón de esta pequeña cáscara de nuez hizo que los arrojásemos al mar. Su
fallecimiento, después de todo, ha sido una bendición para los que todavía seguimos
vivos. Podremos disponer de un poco más de agua y una parte extra de comida.
Así aguantaremos unos cuantos días más. ¿Quién será el próximo? Quizás esa
mujer. Está a punto de parir y su hijo no conocerá esa tierra prometida. Esa
tierra de trabajo y bienestar por la que todos soñamos. Esa tierra en la cual nadie
necesite venderse a turistas deseosos de carne infantil a cambio de algunas
monedas, sencillamente para poder comer al día siguiente. O para poder
marcharse. Había escapado de un infierno para caer en otro distinto. Quemaduras
por el sol, una sed insoportable que el agua salada no puede paliar y un
horizonte que se curva en una trágica mueca entre los azules de cielo y mar.
Pero este sufrimiento tendrá un pronto final. Si morimos, todo se acaba pero
quien logre aguantar, si es que alguien lo hace, recibirá el paraíso como
premio. El principio también será duro. Un centro para inmigrantes y luego,
cuando salga, intentaré encontrar un trabajo. Recogiendo fruta, limpiando casas
o cuidando ancianos. Dicen que en los países ricos se puede ganar mucha plata. Tanta
como para poder vivir bien y enviar lo suficiente a la familia. No podré
olvidarles: Papá, mamá, los hermanos pequeños, el abuelo, siempre con sus
historias. ¡Viejo chocho! Dice que, cuando él era niño, su papá le contaba que
antes las cosas no eran así. Entonces había buenos trabajos y comida para
todos. Y también dice que la gente venía
de fuera, desde lugares como al que ahora vamos en barcos como éste y que todo
sucedió apenas hace cien años. Que hubo una crisis y que muchos países se
hundieron en muy poco tiempo. La gente que había emigrado volvió a sus lugares
de origen. Sus naciones avanzaron rápidamente gracias al trabajo y a los
conocimientos de los que allí tornaban y que los pueblos de África progresaron
dejando muy atrás una Europa que se deterioraba cada vez más. ¡Sueños de loco!
¿Quién se puede creer eso? ¡Qué cosas más raras se les ocurren a los viejos!
¿Alguien se imagina que, apenas hace cien años, en África se pasara hambre? Pero…
¿Qué es aquello? ¡Cielos! ¡Un barco! Parece un barco de salvamento, y se dirige
a nosotros. ¡Bendito sea Dios, estamos salvados! ¿De dónde será? Quizás Guinea,
Senegal o Camerún. Me hace ilusión, pasear por las elegantes calles de Malabo o
Dakar. Quizás hasta encuentre novio allí pero… no lo creo. Dicen que los negros
son muy racistas y que a los blancos no nos quieren…