sábado, 29 de octubre de 2016

Concurso relato Halloween


Maldición


Si las maldiciones son, por su propia esencia, una demostración de maldad, la suya llevaba además un plus de mala leche. Así pensaba Francisco Lara mientras esa tarde se dirigía a su domicilio . Francisco, Curro, miembro de una familia gitana cuyos orígenes se perdían en el tiempo. Conocía la historia transmitida de generación en generación y que afectaba de manera inexorable a todos los primogénitos, y él lo era, de la familia Lara. El hubiera asumido cualquier otra maldición con entereza. Convertirse en vampiro, en alma errante o sufrir intensos dolores a lo largo de toda su existencia. Esas  eran maldiciones habituales cuyo propósito consistía atormentar cuerpo y espíritu del maldito. La suya iba más allá. Aquella mujer despechada, cosa de amores no correspondidos, que les maldijo por treinta generaciones, de ello hacía ya más de quinientos años, sabía cómo hacer las cosas bien y así, tras cada luna llena, el cuerpo de Curro Lara, ahora y de veintinueve abuelos suyos antes, sufría la transformación. El proceso se iniciaba siempre desde abajo. Las uñas de sus pies crecían y sus dedos se alargaban, mientras el resto del cuerpo encogía a la vez que se cubría de plumas. Su nariz y boca se fundían en un pico anaranjado del cual colgaría un moco permanente. Era la maldición del hombre-pavo. Cada noche de luna llena, Curro Lara se convertía en pavo. Comenzaba a picar y escarbar el suelo buscando granos y lombrices mientras miraba a la luna llena lanzando incesante su "¡glo, glo, glo!". Una vez cada 28 días, siempre cuando las primeras luces de la luna llena iluminaban la noche oscura. El hechizo se rompía con el primer rayo de sol y Curro Lara volvía a recuperar su forma habitual. Aquel día cuando entró en la pequeña cueva, que era su hogar,  del "Sacromonte granaíno", notó que toda la familia gitana le miraba de manera extraña mientras se lanzaban sonrisas cómplices entre unos y otros. La abuela le tocó, evaluadora,  una de sus piernas mientras en un gesto inequívoco se pasaba la lengua por los labios. Curro Lara se estremeció de miedo y el sudor perló su frente.  Aquella noche habría luna llena y en el exterior una voz infantil cantaba "Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad..."