sábado, 29 de septiembre de 2012

A VECES LOS SUEÑOS SE CUMPLEN

         Todo comenzó con una llamada. Fue hace cuatro, quizás cinco años. En aquella época yo trabajaba como coordinador técnico de la escuela de perros guía que la Organización Nacional de Ciegos Españoles, ONCE, tiene en Boadilla del Monte, algo más que un pueblecito cercano a Madrid. El caso es que sonó elteléfono y yo contesté. Al otro lado, una agradable voz femenina me explicó que era una persona que educaba cachorros para una importante escuela estadounidense. El motivo inicial de su llamada ahora no viene al caso. Empezamos a hablar de perros, me comentó que era española y veterinaria licenciada por la universidad Complutense de Madrid. También me dijo que era escritora y que había publicado algunos cuentos y novelas. Me alegré de la coincidencia porque yo soy veterinario y lo de la escritura  también me tira bastante. Intercambio de correos electrónicos, de teléfonos particulares y de algunos cuentos en los días siguientes. Luego perdimos el contacto y no volví a saber nada más de Ana Galán, así se llama ella, hasta algunos meses después. Fue otra tarde cuando ella retomó el contacto. Había leido mis cuentos y me hizo una propuesta que acepté de inmediato: Escribir una novela a medias. Una novela destinada a un público juvenil. Una novela que contase las historias de una joven adolescente que adopta a un cachorro de futuro perro guía y la de un joven que, de forma repentina, se queda ciego.  De las dos cosas, Ana y yo sabíamos algo. Le mandé un capítulo, a los pocos días recibí su réplica, pelota que devolví a su campo en forma de nuevo episodio de la obra. Ahí perdimos nuevamente el contacto. Yo  pensé en dos posiblidades. La primera era que mi forma de escribir no le habría gustado demasiado. La otra posibilidad que se me pasó por la cabeza, es que era una señora aburrida, sin nada mejor que hacer que andar enredando con este tipo de cosas. Sin embargo reconozco que el capítulo que ella me había enviado, me enganchó de inmediato. Blanca, la protagonista, era la chica con la que me habría gustado salir cuando yo tenía 18 años. En fin, olvidé el libro y olvidé a Ana Galán. Por lo visto ella no me olvidó a mí y en marzo de 2011 ella volvió a llamarme. Se disculpó contándome que había estado muy liada pero que el proyecto seguía en pie. En esta ocasión lo que quería era mandar los capítulos a una importante editorial, que no identificó, porque “alguien” estaba interesado en el proyecto. La verdad es que no me lo creí pero como el mismo trabajo me costaba decir que sí o que no, dije lo primero. Ella prometió volver a contactar conmigo en breve si la cosa seguía adelante. Una tarde de mayo volvió a llamarme a casa. Alguien en la editorial Planeta había decidido confiar en nosotros y en nuestras posibilidades. Cuando me dijo eso, llegué a una conclusión: “Esta señora será muy simpática, escribe estupendamente pero está como una cabra. ¿Quién se iba a creer que una editorial como Planeta iba a fijar sus ojos en un esbozo primigenio de escritor como yo?  Ana me dijo también que en breve recibiría una llamada de la editorial para cerrar detalles. “Vale”  ‑le contesté‑ sin hacerle demasiado caso.  Le conté la historia a mi mujer que me debió mirar con cara de “espero que no sea grave y se le pase pronto”. Al día siguiente me volvieron a llamar. Una voz, también agradable y también femenina se identificó como Anna Casals, responsable del proyecto perruno-literario. Me habló de las condiciones del contrato que yo acepté sin pestañear… y sin seguir creyéndome nada. Cuando colgué le dije a mi mujer. Esto o es una broma de la radio o es un timo. Mañana me llamará alguien para pedirme 500 € como garantía de que no voy a dejarles colgados con la novela a medias.  Están listos si piensan que voy a darles nada. Además les voy a poner una denuncia que se van a enterar por listas. A mí me la van a dar con los años que tengo…
         Pero ese mismo día recibí por e-mail un contrato de la editorial Planeta. Nadie me pedía nada. Solamente el compromiso de escribir, terminar en una fecha concreta y si la calidad de lo escrito era buena, la editorial se comprometía a editar el libro. ¡Y encima me pagarían por eso! En el techo de mi despacho todavía está el desconchón que hice con la cabeza del salto que pegué cuando terminé de leer el contrato.
         A partir de ese momento, Blanca, protagonista femenina, y David, el chico que se quedaba ciego, empezaron a crecer. Pronto la mágica pluma de Ana Galán, nos presentó a Kits, un adorable cachorro de labrador amarillo, tercer protagonista de nuestra historia que en los capítulos siguientes…
         No voy a seguir contando. Lo siento. Si quieres saber la continuación no te quedará otro remedio que comprar la novela. Sale el próximo 3 de octubre bajo el sello de Destino, del grupo Planeta. Ana y yo la hemos escrito superando distancias, superando las barreras que me impone la ceguera a la hora de escribir, discutiendo argumentos y posiblidades a través del skype en muchas ocasiones y a través del e-mail en muchas más. Siempre conducidos por nuestra querida Anna Boss que se empeñaba, cosas de ella, en que los capítulos quedasen perfectos. A todo esto, Ana y yo seguimos sin conocernos personalmente. Será el día 3 de octubre cuando a las 19.30 horas nos presentaremos nosotros y presentaremos nuestra novela “Cierra los Ojos y Mírame”a un grupo de amigos que nos acompañarán en la librería Alibri, carrer de Balmes 26, Barcelona. Entre estos amigos no faltarán algunos usuarios de perros guía que, acompañados por sus increibles animales, nos contarán cual ha sido su experiencia con ellos. Ana Galán, Anna Casals, editorial Destino, gracias por haber hecho mi sueño realidad.
Manuel Enríquez.

lunes, 17 de septiembre de 2012

RECUERDOS QUE NO SE BORRAN

¡Por fin llegaron las ansiadas vacaciones! Ese es uno de los momentos más esperados a lo largo de todo el año. Si somos de esos afortunados a los que la crisis no les afecta demasiado, es muy posible que uno o dos días después, montemos en nuestro vehículo, en tren o avión, y nos marchemos a conocer y disfrutar de sitios muevos, paisajes lejanos y maravillosos, monumentos impresionantes… Nuestra cámara de fotos se encargará de inmortalizar todos estos lugares con la doble intención de prolongar nuestra estancia, de una manera un tanto virtual y de causar pelín de envidia a amigos y familiares que no han tenido la suerte que hemos tenido nosotros al recorrer esos parajes. Pues bien, esta es ahora mi situación. Acabo de pasar dos semanas en Fuerteventura, una islita  que, desde el punto de vista monumental, es equiparable a cualquier ciudad dormitorio de una gran ciudad. Cero patatero que diría el otro. Su belleza paisajística es también poco fotogénica: Un secarral en el interior con cabras, ardillas y algún que otro camello, o dromedario, vaya usted a saber, rodeada, eso sí, de playas de arena blanca y mar salada. Pero las playas son como los circos. Vista una se ven todas y si el día es soleado, muy experto hay que ser para apreciar diferencias entre una playa canaria, una del caribe o la Malvarosa valenciana. Quitas el cocotero, el restaurante de la Pepita y todas iguales. Más o menos. Sumemos a todo esto, y lo digo para quien no lo sepa, que soy totalmente ciego. Si, de esos de bastón blanco a los que usted, amable lector, ayuda a cruzar las calles. Con este condicionante la cosa se agrava. A partir de ahí igual me da el estar enfrente de la máscara de Tutankhamon en el museo del Cairo o en frente de una taquillera bigotona del metro de Madrid. Sin embargo, a pesar de esta realidad y aun a riesgo de resultar incongruente, me encanta viajar. Visitar sitios nuevos y buscar aquellos lugares que me ofrezcan nuevas sensaciones. Y dicho esto, continúo con mi periplo vacacional. Usted, lector, seguramente ha realizado un precioso album fotográfico con todo lo que yo decía unas líneas más arriba.  Pues bien, me gustaría apuntar que hay algo en lo que apenas nos fijamos durante nuestros viajes. En las gentes. Recordamos el Taj Majal pero ignoramos al tipo que nos sube las maletas en el hotel. Nos extasiamos ante la Torre Eiffel pero nos olvidamos del morito que nos sirvió una taza de té de manzana en ese rincón perdido de Estambul. Parece lógico. “Tajmajales” hay pocos y camareros muchos. Pero, y aquí entra de nuevo el tema de la ceguera, cuando todo es sonido, todo es tacto, todo es palabra, las cosas cambian y las personas que nos rodean adquieren un significado especial. Mi recuerdo en este post, va dirigido a ellas. Personas como Cosme o José Manuel, camareros del hotel donde nos encontrábamos, que en cuanto me veían aparecer por la discoteca se encargaban de colocarme una cestita de cacahuetes que rellenaban periódicamente según me los iba comiendo. A ellos les debo buena parte de los kilos que me he traído de más tras las vacaciones. Margarita, la camarera de nuestra habitación, se preocupaba de  que,  cada tarde, cuando llegábamos  de la playa, tuviéramos algunos bombones de chocolate sobre nuestras mesillas colaborando también , al incremento graso de mi cuerpo. En este voluntarioso esfuerzo  Isabel y Pedro propietarios  del chiringuito playero donde comíamos unos deliciosos pescados a la espalda acompañados de papitas arrugás con mojo, pan con ali oli y ensalada de lechuga y tomate que no probé para no engordar todavía más. Tina y Fredi los camareros me servían las cervecitas y el ron amarillo Areucas (copa regalo de la casa) y Aymara, una encantadora cubana de ojos azules y sonrisa eterna nos reservaba y preparaba la mesa para que no tuviéramos que esperar para comer en un chiringuito que, por su calidad y precio, siempre estaba a reventar. A ellos, repito, les debo culpar de ese par de kilos, quizás tres, que se han empeñado en alojarse a la altura del cinturón. En la parte contraria tenemos a los chicos de animación del hotel. No me explico el interés que tenían Dorotea (húngara), Kathy (inglesa) que rebosaban sexy por todos sus poros,  Dina, (portuguesa) tan sexy como las anteriores, Mel, la maravillosa cantante española del equipo, Gabriel, un catalán muy salao y Diego de Colombia en que dejara de tomar daiquiris para salir a pegar botes a la pista al ritmo del “danzacururo”.  ¿Qué les había hecho yo? En fin, que quiero, con este post, hacer un homenaje a todas aquellas gentes que se han esforzado para lograr que, una vez más, nuestras vacaciones hayan sido, como siempre lo son , maravillosas. Chicos va por vosotros.